martes, 28 de abril de 2009

Una pensión

Llegué aquella tarde a tu ciudad, tú no podías besarme. En la terminal de un aeropuerto, me esperabas, y por primera vez me negaste tu mirada, por primera vez sentí tu cuerpo nervioso agitándose a mi lado con la rabia por poder mantener sólo el contacto justo, por primera vez pensé en llevarte a cualquier sitio cercano con la mínima intimidad para hacer de nuestros cuerpos una maraña de carne y pasión en la que olvidarnos de lo que pasara después. Una amiga tuya venía a buscarnos, y pensé en besarte antes de que llegara, pero no lo hice. Tuve que esperar a que la segunda cerveza en aquella terraza me envalentonara lo justo como para acercar mi pie a tu pierna, y que tu mirada de deseo contenido me permitiera seguir subiendo por tus muslos. Cenamos en un italiano. Tu amiga, con su presencia, seguía avivando la necesidad que teníamos el uno del otro, y yo no dejaba de preguntarme cuándo se iría, y tu no dejabas de decirme con tus manos que querías más de mi. Durante la cena, el largo paseo, la cerveza en la verbena, cualquiera era una buena disculpa para tocarnos, cualquiera era un buen motivo para acercar tu cara y dejar tu aliento en mi piel. Cada vez que sentía tu aire en mi cara, tenía la necesidad de ignorar el bullicio de gente y las acometidas de moral que me acechaban. Dejaba volar mi imaginación soñando en como sería el encuentro que sin hablar, sin decirnos, con nada más que mirarnos habíamos pactado para después. Tu amiga se fue, tú me acompañaste a la pensión. El camino lo hicimos rápido. Traspasamos el portal y cinco pisos de escaleras estrechas, empinadas y no demasiado limpias nos quedaban hasta la cama en la que podríamos amarnos. Empezamos antes de subir. Te agarré por detrás, te giraste, una nueva mirada de esas que destrozan todo lo que he aprendido, de las que hacen que me plantee cómo se puede vivir sin ti llenando cada uno de mis días de la luz que se extiende sobre la desidia. Tal y como habíamos soñado, cada uno en su mente, tal y como habíamos acordado en el astral del sexo en el que cada noche nos encontrábamos, fue violento. Teníamos tanta necesidad de frotarnos nuestro amor que lo hicimos hasta que la piel se puso roja de pasión. Desde el primer piso hasta la cama de la pensión, los besos, las caricias, tu lengua y la mía, mis manos y tu sexo, tus manos y mi pecho, mis dedos en tu ropa interior, tus uñas en mi espalda, un eterno repaso por la anatomía del otro, no queríamos perdernos nada, había que conocer cada punto en el poco tiempo que teníamos. Ya en la habitación me pegaste, yo te agarré del pelo. Acabé con toda la ropa que te quedaba sin importarme por donde se tenía que sacar, te enganchaste con tu boca a mi sexo como si bebieses de él la vida eterna, agarré tu cabeza para que no escapases a todo eso que había dentro de mi y yo quería darte. Seguimos cara a cara penetrándonos y besándonos, acariciándonos torpemente por que esta pasión que llevábamos tiempo alimentando no cesaba ni con sexo, ni con esos suaves golpes que nos excitan tanto. Me pediste que te diese más de todas las maneras que se te ocurrieron, me dejaste todo lo que eres en cada gesto y cada acción. Y así, entre violencia y amor, en un termino medio entre un riña callejera y coito, llegamos a vaciarnos los dos, el uno en el otro, entre gritos y gemidos, entre insultos y cariños. Y yo conté hasta desde veinte para atrás, para que no te marcharas: 20, 19, 19, 19, 19, 19, 19.....

domingo, 26 de abril de 2009

25 de Abril

Mi amor que más duró empezó un 25 de Abril y acabó una noche de Junio. Perdí la cabeza como lo hago siempre. No al final. Al final de las relaciones la cruel realidad se instala en mi corazón y me hace sopesar posibilidades, olvido lo que siempre he creído que es esencia y valoro lo que me compensa y lo que me perjudica. Todo se acaba cuando mi cabeza habla y dirige sin pedir permiso al amor. Al final se puede herir con la daga de la indiferencia, se puede mentir por el egoísmo puro y duro y rígido y fuerte y negro y espeso, que ha teñido de insensible el alma blanca que me llevó a amar. Al final se acaba con un llanto que se prolonga en pensamiento, que se aloja en una esquinita de mi ser por la que pasan todas las vías que me sacan del infarto emocional.
Y después me convierto en un jarrón vacío, sin flores, con estatuas griegas talladas en el exterior, lustroso, limpio, sin agua para albergar nada vivo y sin luz para dejarlo crecer. Un jarrón que se cae siempre que alguien lo arrastra con su estela de aire fresco, que se agrieta cada vez que toca el suelo. Son muchas ya, las caídas y las grietas, igual ya no puede volver a contener...

Al respirar

... y al respirar propongo ser quien ponga el aire. Propongo inhalarlo tan fuerte que me duela, que su esencia me llene de pureza y me vacíe esa crueldad que se ha instalado en mi pecho. Propongo recibirlo de rodillas, con los brazos abiertos, a pecho descubierto y con las manos en garra, con los ojos cerrados y la mente despierta. Y al expulsarlo quiero abrir tanto la boca y las alas de la nariz que se me hagan llagas en los labios, que se resequen las paredes del tabique y se me agriete la lengua. Quiero echarlo de golpe para que se lleve el dolor y la sangre de la medianía. Quiero hacerlo de repente para que se quede el resuello final con la sonrisa. Y después volver a respirar como siempre, tranquilo, contento, al menos una vez lo he hecho de verdad...


sábado, 11 de abril de 2009

Indeterminado

Una petición de revolución con sentimiento pop, un escándalo sobreseido por soso y permanente, una gañido que se suelta al aire sin que nadie pueda escucharlo, una vuelta a casa después de una noche de borrachera solo, a una casa en la que nadie se enfadará y a una cama en la que nadie te espera sin tocarse, por que tiene ganas y sabe que tú también las tendrás. Tras la puerta de atrás de la desilusión se esconde tu tristeza, está siempre ahí, poniéndose guapa para cuando tenga que entrar en escena, para no defraudar a su huésped y destrozarle por dentro al completo, y recordarle que tras la euforia, el amor, las sonrisas permanentes, tras las canciones alegres y el poema que le define, tras su blog y este post, siempre se muere por dentro su sirena de cola de colores. La antítesis te persigue en cada minuto. No deja que descanses. Te has enamorado tantas veces que estás cansado, que no sabes si quieres volver a hacerlo, que no quieres dejar de lado lo que te ha traído hasta aquí por que al fin y al cabo es lo que define lo que has hecho, nunca lo que eres. Has traicionado y mentido tantas veces que no sabes que parte de ti es la de verdad, que no estás seguro de que puedas ser alguna vez ese que soñaste una noche en la que te despertaste de madrugada con una erección mental. Has amado, tan profundamente como rápido se te ha acabado. Y ahora qué? Es de verdad? Existe? Vendrá? Se cansará? Te cansarás?

martes, 7 de abril de 2009

Tu canción

Eres una pequeña extraterrestre caída en un mundo ajeno,
lo desconoces,
lo extrañas.
Te abres paso y sobrevives sola entre los muertos de corazón,
lo reconoces,
no engañas.
Me has dejado conocerte y siempre quiero estar contigo,
gracias mi amor,
me halagas.

Súbeme a tu nave, pequeña, y déjame atravesar el tiempo,
grítame desde tu casa, marciana,
y lloraremos juntos
en esta vida que sabemos que se acaba.

Si sales de casa, tu legión de miedos te acompaña,
te abrumas,
no escapas.
Si duermes sola, tu cabeza en una gramola que no para,
la pierdes,
la matas.
Me has dejado que respire un poco de tu aire,
gracias mi vida,
me salvas.

Súbeme a tu nave, pequeña, y déjame atravesar el tiempo,
grítame desde tu casa, marciana,
y lloraremos juntos
en esta vida que sabemos que se acaba.

miércoles, 1 de abril de 2009

El señor L

Eu son o neto do señor L. Acertaba a decir eso cada vez que me requerían identificación, en aquel barrio de camelios y pintores en el que mi abuelo, era de ese tipo de patriarcas que no volverán, en estos tiempos en los que ya no es importante la bondad de la gente para que su lugar social sea el que se merece. Mr L patrullaba las calles del barrio cada mañana, siempre con sus bolsas de plástico que un día me pidió que le llevase a la tumba, y que a escondidas de la señora L siempre dejo al lado de su lápida, entre flores y anhelos que flotan en el aire. Con su cabeza gacha, no por vergüenza, él no supo nunca lo que era eso, si no por el peso de los años, saludaba con un cariño especial a todos los que desde cualquier negocio, esquina o portal acudían a su encuentro para que les infundiese ese permiso para ser felices que les daba con su sonrisa eterna. Siempre, siempre, siempre que recuerdo al señor L, dos lágrimas recorren mi cara, gordas como le gustaban las mujeres y saladas como su carácter, siempre acompañadas de esa sonrisa que el que tiene la suerte de haberle conocido no perderá, siempre con ese sentir que le rodeaba de paz y de cariño, siempre como solicitaba un beso, siempre que llegaba a casa con sorpresa para los suyos. EL 14 de Febrero de 2004 la señora L me dijo: hoxe é o día dos namorados, teu abuelo estaba moi namorado de min. Y otra vez esa tarde me deleité en el recuerdo de mi abuelo mirando a mi abuela en la cocina, con cara de amor, después de 65 años juntos, todavía se adivinaba el deseo del amor puro en sus ojos. La miraba mientras fregaba, la miraba mientras comía, la miraba sin que ella, siempre el recio pilar sobre el que se sustentó todo el dolor de la familia, hiciese nada por evitarlo, por que era ese juego su manifestación eterna de amor adolescente.
La gloria, la vida después de la muerte, el recuerdo y la nostalgia se los ha ganado Mr L a pulso de ser bueno. Por que no era otra cosa, pero lo era tanto que lo sudaba.........